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Manuel Jose Perez Garcia ¿SOMOS HUMANIDAD?

Manuel Jose Perez Garcia ¿SOMOS HUMANIDAD? «He perdido la noción del tiempo, no se si es ayer,ahora o mañana, tan solo hablo con la soledad que es silencio, acariciando la belleza cercana,o quizás lejana.. Números que indican todo y nada, … Seguir leyendo

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El que cierra el camino. Robert Bloch

El que cierra el camino
Robert Bloch
Hasta el día de hoy sigo sin saber cómo consiguieron traerme al asilo.
Era la cabeza de mi psiquiatra.

El que cierra el camino. Robert Bloch
The Closer of the Way. Trad. Domingo Santos.
La casa de Cthulhu.
Pero estaba empezando a odiar al doctor Connors.
-A la imagen recurrente de un hombre poseído por un demonio, papel dual del doctor Jekyll y míster Hyde.
doctor Jekyll. Pero míster Hyde
-Es simplemente una historia.
-Pero me volví loco, ¿no?
Quizá esté loco, pero no soy estúpido.»
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El cuarto de goma. Robert Bloch

EL CUARTO DE GOMA

Robert Bloch

Emery insistió en que no estaba loco, pero, a pesar de todo, lo metieron en el cuarto de goma.
Lo sentimos, amigo, le dijeron. Sólo temporalmente. Tenemos problema de espacio, esto está abarrotado, lo trasladaremos a otra celda dentro de un par de horas, le dijeron. Es mejor que estar en la celda grande con todos los borrachos, le dijeron. De acuerdo, ya ha llamado a su abogado pero tómese las cosas con calma hasta que él llegue aquí, le dijeron.
Y la puerta se cerró estrepitosamente.
Allí estaba él, atrapado casi en un extremo de los bloques de celdas, solo en una pequeña habitación. Le habían quitado el reloj de pulsera y la cartera, las llaves y el cinturón, incluso los cordones de los zapatos, de modo que no pudiera causarse daño alguno a menos que se mordiera las muñecas. Pero eso habría sido una locura, y Emery no estaba loco.
Lo único que podía hacer era aguardar. No había nada más que hacer, no había opciones, nada en cuanto te metían en el cuarto de goma.
Para empezar, el cuarto era pequeño: seis pasos de largura y otros tantos de anchura. Un hombre normalmente activo podía recorrer de un salto la distancia que separaba las paredes, aunque tendría que tomar carrerilla. Y era absurdo intentarlo, porque él acababa de rebotar, sin hacerse daño, en el grueso muro acolchado.
Las paredes, carentes de ventanas, estaban acolchadas por todas partes, desde el suelo hasta el techo, igual que la puerta. El almohadillado era sin costuras, para que fuera imposible rasgarlo o arrancarlo. Incluso el suelo estaba acolchado, aparte de un cuadrado de veinticinco centímetros en el rincón izquierdo del fondo que debía servir de retrete. Seguir leyendo

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EN EL CREPUSCULO

EN EL CREPUSCULO

LORD DUNSANY

La esclusa estaba atestada de botes cuando zozobramos. Me hundí unos pocos pies antes de que me pusiera a nadar y luego ascendí confundido hacia la luz; pero, en lugar de alcanzar la superficie, di con la cabeza contra la quilla de un bote y volví a hundirme, Tomé impulso casi de inmediato y ascendí, pero antes de alcanzar la superficie, mi cabeza chocó contra un bote por segunda vez y me hundí hasta el fondo. Estaba aturdido y totalmente atemorizado. Tenía una desesperada necesidad de aire y sabía que si chocaba con un bote por tercera vez, nunca volvería a ver la superficie. La muerte por ahogo es horrible por más que se haya dicho lo contrario. No se me hizo presente mi vida pasada, pero pensé en cambio en muchas cosas triviales que nunca volvería a hacer o ver si me ahogaba. Nadé hacia lo alto siguiendo una dirección oblicua en la esperanza de evitar el bote con el que me había golpeado. De pronto vi con toda claridad todos los botes en la esclusa por encima de mí y cada una de sus tablas curvadas y barnizadas y los rasguños y las melladuras de sus quillas. Vi varios espacios abiertos entre los botes por los que podría haber alcanzado la superficie, pero no parecía valer la pena intentarlo y llegar allí; me había olvidado del motivo por el que había querido hacerlo. Entonces toda la gente se inclinó por sobre sus botes: vi los trajes de franela clara de los hombres y las coloridas flores de los sombreros de las mujeres; pude observar con toda distinción los detalles de sus vestidos. Todo el mundo en los botes me miraba; entonces todos se dijeron los unos a los otros:

—Ahora debemos dejarlo.

Y partieron en sus botes y nada más había sobre mí salvo el río y el cielo; a cada uno de mis lados había algas verdes que crecían en el limo, porque, de algún modo, había vuelto a hundirme hasta el fondo. El río, al fluir junto a m Seguir leyendo

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